viernes, 23 de mayo de 2008

Mayo 21: ¿Chile crece contigo?

“Un logro central en estos dos años ha sido instalar el sistema de protección social como verdadero objetivo nacional. Nuestro propósito ha sido sentar las bases de un Estado social y democrático de derecho, que abandona el asistencialismo de las políticas sociales y que asume el enfoque de los derechos de las personas”.

Michelle Bachelet


21 de Mayo. Frente al televisor, junto a Alicia, tratando de sacudirme el sueño y despegar mi cabeza de la almohada, escucho una vez más la consigna que resume el sentido histórico que quiere imprimirle a su gobierno Bachelet: consolidar desde el Estado una plataforma que permita instalar un sistema de protección social.

Mareado ante tanto anuncio, trato de no quedarme dormido, y escucho: bono a pensionados, becas de estudio, computadores, conectividad digital, aumento de recursos públicos para innovación (I+D), más médicos especialistas en los hospitales, píldora disponible a los municipios, subsidio al trabajo, fortalecimiento de Pymes, fortalecimiento de sindicatos, modernización del Estado, proyecto de inscripción electoral voluntaria, elección popular de autoridades regionales, PSU gratuita para estudiantes de colegios públicos y subvencionados, imagen país…¡uf!...etc, etc.

Después de lavarme la cara y despertar un poco, lo primero que logro identificar en el mensaje presidencial es el paradigma de la reconstrucción identitaria del discurso en la política chilena postdictadura: consenso, consenso, consenso. Tal discurso, han dicho por ahí, se sostiene y gira –cual fantasma- alrededor de un trauma fundamental: el de la dictadura, lo que -en términos lacanianos- podría traducirse como un “Real” imposible de simbolizar completamente. Dicho fenómeno ha dado pie a que se sostenga una suerte de “carácter traumático del consenso” en torno al modelo chileno.

Por cierto se trata de una tesis interesante, potente, pero más allá de tal hecho (o quizá en concordancia con él), tanto anuncio, tanta plata suelta por aquí y por allá, tantos millones de dólares a la parrilla (“millones” y “dólares” fueron las palabras que más veces repitió la presidenta en su discurso), posiblemente no vienen a hacer otra cosa más que encubrir una de las principales falencias de la administración política de la Concertación: la capacidad de articular y dotar sentido su proyecto histórico. En efecto, como lo ha argumentado Carlos Peña, la Concertación ha fallado en el esfuerzo por conferir orientación normativa a los procesos de modernización que ha impulsado. Todo bien con la modernización, pero todo mal con la modernidad. En el fondo, ha fallado como proyecto hegemónico cultural, puesto que más bien ha consolidado el heredado desde la dictadura.

Si de lanzar ideas se trata –así como jugando-, es posible sostener que en este contexto se vuelve más necesario que nunca:

1) Posibilitar que el lazo social asuma un significado dotado de sentido en nuestro imaginario colectivo. En otros términos, es necesario conciliar el individualismo creciente (producto de la expansión del consumo) con un sentido de comunidad y cohesión social. Para ello se requiere pensar un modelo de sociedad más allá de la atomización de las acciones dentro del mercado.

2) Superar los niveles vergonzosos e injustificables de desigualdad. Y es que no me cansaré de repetirlo: América Latina es la región más desigual del mundo en términos de distribución de la riqueza, y Chile es una de las sociedades más desiguales dentro de esta región ominosa.

3) Potenciar la cultura sindical en el área del trabajo, necesidad que no va a ser resuelta ni remplazada por la insipidez del management.

4) Avanzar desde una relativa democratización política hacia una verdadera democratización social, promocionando aquello que los gringos llaman –y nosotros balbuceamos- empowerment.

5) Recuperar y fortalecer la capacidad deliberativa del sistema político, desatando las ataduras en que lo envuelve el economicismo y la tecnocracia (es decir, hacer de la política algo más que un mero problema de gestión).

6) Fomentar una campaña nacional que promueva al “perro de Lipigas” como símbolo patrio (“puro calorsh”), de modo de contrarrestar el embate neoliberal de las “gotitas de Gasco” (“calientes con Gasco, eehho”).

A pesar de las críticas que se pueden desplegar, este 21 de Mayo Bachelet tenía una buena carta bajo la manga. El informe de la Comisión Meller (Consejo Asesor Trabajo y Equidad) es un ejemplo a seguir en la generación de políticas públicas en nuestro país. Tal informe demuestra lo alarmante que resultan nuestros niveles de desigualdad, pero lo más importante es que sanciona abiertamente que el funcionamiento libre del mercado no es capaz de solucionar el problema a partir de mínimas correcciones sistémicas. De hecho, el mercado tiende a preservar la distribución regresiva inicial en equidad. Ahora bien, importante es destacar que el informe asume que la igualdad de oportunidades -en tanto existencia de derechos ciudadanos- no es tarea exclusiva del Estado, sino que debe ser complementada con la responsabilidad a nivel individual. Mediante un llamado al fortalecimiento del espacio público, la deliberación ciudadana y la negociación colectiva, el informe Meller erige la distribución de la riqueza, los mayores niveles de igualdad, como condición del crecimiento. Después de tales conclusiones, armoniosas y contundentes, no cabe duda: Pato Meller es un viejo bakán.

Por lo tanto, a partir de los nuevos énfasis discursivos, es posible distinguir que estamos frente al mismo problema que formulara el economista Amartya Sen (el mismo que está detrás de los informes de desarrollo humano del PNUD): cómo incentivar a las personas a que se ayuden a sí mismas a la vez de ayudar a otros, cómo promover la responsabilidad social, partiendo de la base de que las políticas económicas y sociales tienen un efecto directo sobre el bienestar humano y, sobre todo, considerando que pueden existir políticas económicas que tienen efectos positivos dentro de la lógica macroeconómica, pero a su vez tienen efectos negativos desde el punto de vista del bienestar. En este sentido, la noción misma de bienestar, por cuanto es intrínsecamente una noción política-ideológica, debe ser redefinida.

Es en esta dirección que se debe contribuir a superar el vacío slogan concertacionista de “crecimiento con equidad” (que acompaña a tal coalición desde Aylwin en adelante), el cual somete la integración social al crecimiento. Por cierto, el sistema de protección social y su énfasis en el bienestar no significa necesariamente un cambio respecto a la matriz ideológica neoliberal que se instala en Chile desde la dictadura, a partir de la cual se supedita la equidad y el desarrollo al crecimiento: es decir, la equidad como resultado (del “chorreo” decían antes los más ortodoxos) y no como condición de posibilidad. De ahí que estemos ante una lucha política que hay que saber identificar y dar inteligentemente (no como lo han venido haciendo una serie de movimientos sociales, dentro de los cuales incluyo al movimiento estudiantil).

En síntesis, quiero hacer hincapié en que se trata de problemas estructurales que no serán solucionados ni con los bonos, ni con las becas, ni con los computadores, ni con los médicos, ni con la PSU gratuita, ni con la nueva y reluciente imagen país que anunció Bachelet.

Hay un estancamiento del cual la Concertación –me temo- no podrá salir. Es una lástima. Yo voté por la “gordis” con la más ingenua de las esperanzas (sí, confieso). Pero como le gusta repetir a Carlitos Peña, parafraseando a su viejo querido Carlitos Marx, los seres humanos hacen su historia, pero no saben la historia que hacen. A la Concertación le resulta difícil comprender el engendro que ha contribuido a producir, y le resulta difícil precisamente porque lo ha hecho sobre una matriz ideológica que como proyecto histórico no le pertenece. Y es que la ideología -nos lo recuerda Žižek con su noción de “paralaje”- regula las condiciones dentro de las cuales se estructura el registro de lo visible y lo invisible en un contexto histórico.

Este 21 de Mayo fuimos testigos del “paralaje” de Bachelet, su insalvable punto ciego: mucho consenso, mucha maniobra, mucho discurso, mucha buena intención… pero -¡oye, machucao!- ¿desde cuándo Chile crece contigo? - ¡¡Al abordaje muchachos!!

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