miércoles, 5 de marzo de 2008

¿Por qué Babel se llama América Latina?


Ayer con Alicia vimos Babel, la última película de Alejandro González Iñárritu. Si bien el modo en que se resuelve el rompecabezas, el desarrollo del relato, y la forma en que se maneja el contraste estético entre las distintas escenas y lenguajes es técnicamente notable, lo que más me llamó la atención es la capacidad de González Iñárritu (o tal vez de su guionista Guillermo Arriaga) de dar cuenta del complejo entramado cultural de la sociedad contemporánea. Y ello haciendo uso de una metáfora bíblica peligrosamente escogida: Babel.

Con un reparto impresionante por su carácter transnacional (Brad Pitt, Cate Blanchett, Gael García, Elle Fanning, Koji Yakusho, Adriana Barraza, Rinko Kikushi, Harriet Walter) la idea es que nos veamos reflejados en cada uno de esos personajes, en la más mínima trivialidad de sus vidas y en el exceso de causalidad en la contingencia. El gran problema es que a Babel la metáfora le quedó grande. Sin embargo, la película en sí obliga a pensar. De hecho, Babel es un objeto cultural paradigmático, un producto ideológico del multiculturalismo liberal de Occidente (de la lógica cultural del capitalismo multinacional, en el decir de Žizek). Si bien en la historia del cine esto ya se hace evidente en las películas de Kusturica, González Iñárritu logra una mayor sutileza a partir del entrelazamiento (convergente) de historias paralelas y lenguajes (divergentes) distribuidos en localidades dispares: Estados Unidos, Marruecos, Japón y México. Digo que resulta ser un objeto cultural paradigmático, por cuanto denota un interesante fenómeno contemporáneo: una vez que se desintegra la unidad del Estado-Nación como principal referente de pertenencia cultural, la sociedad global posiciona el multiculturalismo como nuevo ideal.

En efecto, Babel es el reflejo del multiculturalismo en tanto diversidad de historias culturales, pero también como enjambre cotidiano de mediaciones comunicacionales; es el espejo de una globalización como proceso en que todos los tiempos se condensan y transcurren al unísono de la instantaneidad de la información y la comunicación; es el desenmascaramiento sintomático de las paradojas de la globalización cultural: integración mediática coexistiendo con fragmentación social, tribalización postmoderna junto a estandarización transnacional del consumo. Babel devela cómo el capitalismo global posmoderno convive con sociedades tercermundistas premodernas, cómo la integración mediante el consumo cultural coexiste con la pobreza.

Para los más sofisticados, Babel puede ser leída como un ícono del “logocentrismo” occidental: la identidad como ideología totalizadora que hoy en día se fragmenta y desterritorializa. Para mí lo más relevante es que la película de González Iñárritu me permite pensar en América Latina (aunque las escenas que transcurren en México sean las menos logradas de la película). Es más, creo que América Latina es la verdadera tierra de Babel. Tal como lo señala Martín Hopenhayn, desde un principio el latinoamericanismo se instala como esencialismo paradójico: América Latina como incesante pérdida de identidad, deuda pendiente con etnias sometidas, desidentidad sustancial.

Sin embargo, el problema es más complejo y apremiante que eso. Alicia conoce sus alcances, puesto que ha estado trabajando últimamente en el problema de la salud intercultural con comunidades pehuenches. Ella sabe que es fácil para los Estados latinoamericanos declararse multiétnicos, pero la realidad es que los indígenas continúan siendo mal pagados, permanecen sin recibir los beneficios de una buena educación o salud, siguen siendo los menos considerados por el sistema político, etc. Conjugar el descentramiento cultural con la igualdad social es tarea pendiente para los países latinoamericanos. Y ese es precisamente el problema estructural que la lógica cultural del capitalismo multinacional no permite visualizar en toda su magnitud: la referencia constante a una particular fórmula (multi)cultural resulta ser un espejismo que oculta el anonimato universal del proceso de reproducción del capital. Dicho de otro modo, la problemática tan en boga del multiculturalismo –que Babel vuelve a relevar- aparece sólo una vez que el capital transnacional comienza a instalarse como sistema mundial, siendo por ello necesario integrar tradiciones locales que no interrumpan el desarrollo de tal proceso.

Hay en la historia latinoamericana una tensión evidente: o políticas de reconocimiento cultural o políticas de igualdad social. Lo que parece una dicotomía inevitable debe ser resuelta considerando ante todo un hecho vergonzoso: América Latina es la región más desigual del mundo en distribución de la riqueza. Ante eso, cualquier promoción de la prioridad de la diferencia (multi)cultural es una estrategia ideológica para desconocer la urgencia redistributiva en términos materiales (necesidades básicas) y simbólicos (oportunidades sociales). Para resolver esta brecha entre integrados y excluidos se hace necesario –inevitablemente- repensar el modelo de desarrollo (o “patrón de acumulación”, para complacer a los marxistas) y debatir en torno a los procesos inherentes de exclusión socioeconómica que genera el nuevo capitalismo financiero multinacional. Pensar el modo de producción y su perversidad estructural, las formas de vida que genera junto con sus expresiones culturales debe conjugarse en un discurso vinculante, discurso que –por más que lo busquemos- no lo vamos a encontrar en una película hollywodense.

Ayer con Alicia vimos Babel, la última película de Alejandro González Iñárritu. En tanto película, objeto cultural paradigmático de nuestra época; en tanto metáfora, triste reflejo de la descentrada América Latina. Por favor, no más Babel para nuestra desigual e híbrida periferia latinoamericana.


Álvaro
(c.t.a.)

1 comentario:

Juan Pablo dijo...

Está weno el articulo ambaito. Yo me quedo con la japonesa sorda eso sí. Creo que ahí está toda la película:
lo que la pelicula calla ella lo dice: falta (es la historia menos conectada)y la sostiene. Por eso la pelicula la dice sorda y caliente, porque no la mira.

nota bíblica: la torre se hizo igual, cuando el tatita dios la echó abajo, la torre siguió ahí, pero como todos salieron corriendo a dividirse el trabajo de la palabra que no quedaba, no alcanzaron a ver la última risa.
(despues llegó el dinosaurio y todo eso)
nota sociologica: Claro, Babel es la forma mercanciía, contiene su propio limite, su perversión. El tatia dios se enojó y talló en una lengua muchas diferentes, pero después se acordó e inventó el equivalente universal, la comunicabilidad misma, la lengua dinero. Ahí quedan todos comunicados a condición de no comunicarse.

nota sistémica: el exceso de causalidad en la contingencia; creo que esa es otra de las cuestiones notables de la película, no porque muestre eso sino porque muestra que es el observador el unico que puede atribuir causalidad a la contingencia. De hecho, ninguno de los protagonistas de la historia supo finalmente de los nexos con las otras historias.

nota latinoamericanista: para qué decir que en America Latina la contingencia es rutina y la causalidad impotencia. Acá la gente acostumbra a morir, vive trágicamente (no tiene tragedias), no sufre accidentes, sufre a secas; por eso se puede reir y curar en los velorios, y por eso son los unicos que pueden bajar de la torre con la lengua de dios tallada en el cuerpo de una sola boca.

En verdad vi la pelicula hace caleta... si me confundi no me acuerdo.